Autor: Jesús Mula Grau
Nine Perfect Strangers, esa serie que pretende diseccionar a los ricos y hablarnos de las bondades, a veces, de las drogas, se arruina ella sola pese al famoso plantel de actores.
Para qué irse por las ramas. Nine Perfect Strangers es toda una desilusión. Un bluff. Pese a contar con actrices y actores de calibre, la serie no te lleva a ningún sitio. No te hace preguntarte prácticamente nada, salvo si el uso de las drogas con fines sanadores o liberadores puede ser algo positivo. O si ser rico es una maldición. Poco más. La apuesta por la psicodelia no cuaja.
La serie de ocho capítulos da vueltas sobre sí misma y al final te confirma la decepción que estabas intuyendo. Todo está manido, casi todo lo has visto antes y el plantel de intérpretes quiere pero no puede porque el guion no da para más. O no se ha sabido aprovechar, ni dotar al menos de ritmo o interés narrativo. Indefinición de personajes, historias inconclusas, tópicos y estereotipos, o acciones sin estar debidamente justificadas o argumentadas plagan casi cada capítulo, mientras uno va confiando en que la siguiente píldora de 43 minutos mejore. Pero no.
De las pocas cosas buenas que destacan es saber dónde está el complejo de descanso al que un grupo de ricos, con la excepción de una familia de clase media norteamericana que es invitada, va a parar para lamerse sus respectivas heridas. Un lugar idílico que existe en la realidad y que contrasta con la artificial historia que el creador de Ally McBeal, David E. Kelly, ha pergeñado esta vez.
Venía de hacer The Undoing que, aunque tramposa, al menos te dejaba momentos para sorprenderte, pequeños giros de guion y con un Hugh Grant fuera de sus habituales papeles. Pero al repetir con Nicole Kidman, tras su colaboración iniciada en la interesante Big Little Lies junto a la actualmente actriz mejor pagada Reese Witherspoon, la producción, barata eso sí, se ha resentido, sobre todo porque no presenta una historia con un desenlace a la altura, ni historias interesantes, ni apenas sorpresas ni, cuando todo falla, algo de morbo. No hay química. Y lo peor de todo: no hay credibilidad.
Junto a Kidman, que hace de rusa tampoco demasiado creíble, Michael Shannon (de los mejores), Melissa McCarthy (se agradece verla en un papel no cómico) o Luke Evans (ni fu ni fa), más o menos consagrados con papeles en largometrajes, hacen lo que pueden en una narración que no da más de sí. Naturaleza, drogas, espiritualidad, terapias holísticas, relaciones familiares complicadas, desapego, venganza, arrepentimiento, reproches… son varios los asuntos que se tratan de abordar, que se mezclan más bien.
Las comparaciones con The White Lotus al principio, se difuminan más tarde. Esta última, que también promete mucho al principio, la supera en guion, hechos y, sobre todo, enfoque. Al menos uno de sus actores, tan solo con uno de ellos, Murray Bartlett, en esta miniserie también localizada en un resort de ricos, permite salvar al conjunto. En Nine Perfect Strangers lo perfectamente extraño es que este producto de Amazon Prime no te parezca una pérdida de tiempo o una oportunidad perdida con tan buenos actores, sobre todo en medio de la gran elevada oferta de miniseries de alta calidad que existen ahora mismo.