‘Soy Nevenka’ (2024, Icíar Bollaín)

Soy Nevenka crítica

Autor: Jorge Abad Pérez

Soy Nevenka retrata con delicadeza y fuerza la historia que condujo a la primera condena por acoso sexual de un político en España. La directora Icíar Bollaín, con su característico toque sensible y preciso, construye una película que atrapa al espectador, en gran medida gracias a la intensa y conmovedora interpretación de Mireia Oriol como Nevenka Fernández.

La historia de Nevenka es ampliamente conocida hoy, especialmente tras la serie documental de Netflix Nevenka (Sánchez-Maroto, 2021), que volvió a poner sobre la mesa unos hechos que, vistos con la distancia del tiempo, permiten apreciar los avances en derechos de las mujeres en las últimas décadas. Al salir de la sala, múltiples temas se agolpan en la mente, pero uno sobresale con claridad: el abuso de poder y el acoso, tanto sexual como laboral.

Nevenka, una joven brillante que regresa a su Ponferrada natal tras licenciarse en Madrid, logra un puesto como concejala de hacienda, integrándose en la lista del todopoderoso alcalde Ismael Serrano, gracias a conexiones políticas que, como bien sabemos, son tan habituales en nuestro país. Lo que empieza como una breve relación sentimental, rápidamente se convierte en el preludio de un auténtico infierno que marcará a Nevenka en todas las dimensiones de su vida, tanto física como psicológicamente.

Bollaín, con su extensa trayectoria en la exploración de temas sociales, teje una narración clásica pero impactante, oscilando entre el documental y la ficción, sin perder nunca de vista la crudeza del hecho real en el que se basa. El guion de la propia Bollaín junto a Isa Campo, que a su vez adapta la novela de Juan José Millas, merece una mención especial por su pulso narrativo, pero si algo destaca de la película son las interpretaciones de Mireia Oriol y Urko Olazabal. Ambos actores llenan la pantalla, encarnando a la perfección a sus personajes. Nevenka es el motor emocional de la cinta, mientras que Ismael Serrano, con su aura de poder e intocabilidad, se convierte en un villano temible. Las emociones de ambos se sienten tan auténticas que traspasan la pantalla, logrando unas actuaciones tan reales como desgarradoras, sin duda, entre lo mejor que hemos visto este año.

La película es un claro alegato contra el silencio y la impunidad, profundamente alineada con los avances del movimiento feminista y del #MeToo en los últimos años. En este sentido, comparte similitudes con el reciente documental No estás sola: La lucha contra La Manada (Carracedo y Bahar, 2024), que aborda también la lucha por la justicia frente a la violencia de género. Además, la película trata de manera honesta temas de salud mental como la ansiedad, los ataques de pánico y la depresión, exponiéndolos con la crudeza necesaria para visibilizar estos problemas en pantalla, algo que considero un acierto.

La soledad de Nevenka se palpa de manera devastadora porque su aislamiento fue real. Desde el inicio, el dedo acusador se dirigió hacia ella, afectando no solo su vida profesional, sino también la de su familia y seres queridos. La película pone de manifiesto una dolorosa realidad: la culpa, aparentemente, es siempre de la mujer. Se repiten los mismos argumentos de siempre para justificar lo injustificable. ¿Y qué es peor que un hombre machista? Tal vez, una mujer machista. Las imágenes de archivo que se intercalan en la película, con opiniones de la prensa y de la opinión pública de la época, refuerzan esta sensación, mostrando una España que, en muchos aspectos, parece anclada en una mentalidad medieval y cruel.

En conclusión, Soy Nevenka es un relato extraordinario del calvario que vivió esta mujer, dirigido e interpretado con maestría. Es una película que no solo te estremece, sino que te hace reflexionar sobre el acoso sexual y laboral, y sobre las razones por las que muchas víctimas no actúan como se esperaría. Un film que llega en el momento justo y que nos recuerda lo mucho que, aún a día de hoy, nos queda por cambiar.